viernes, 2 de mayo de 2014

Si Si Si nos vamos a Turín!!!

Lo que se había cocinado a lo largo de la semana en la capital del Turia estalló en un ambientazo infernal cuando Sevilla y Valencia saltaron al campo. Mestalla ardía en pasión y salir a jugar en un escenario en el que sin duda los nervionenses debían sentir muy cerca las brasas de la grada tenía su miga, independiente de la ventaja cosechada en la ida. Había que sufrir, pero lo de esta noche fue mucho más que eso, porque el Sevilla se vio fuera de la final, sobrepasado por la intensidad de un Valencia que no paró hasta ponerse por delante en la eliminatoria. Pero cuando peor pintaban las cosas, cuando Mestalla gozaba en el descuento y botaba a pleno pulmón, apareció la cabeza de Stephane Mbía para disfrazarse de Andrés Palop como en aquella irrepetible gesta de Donetsk, elevarse por encima de todo y todos y hacer un gol que ya queda para la historia y que conduce al Sevilla a su destino, que no es otro que el de la finalísima de Turín. Pocos partidos como el de esta noche acaban con final feliz, pero es obvio que en esta Europa League este Sevilla está hecho para la épica y algo más.El partido comenzó como estaba mandado. El Valencia entró acelerado, pero el Sevilla, con empaque, se posicionó bien, dando sensación de seguridad. De hecho, en los primeros diez minutos las ocasiones más claras eran para los de Emery, en dos contras que Rakitic y Bacca no culminaron con acierto, pero que evidenciaban que a poco que el equipo hispalense buscara las espaldas de su envalentonado rival le podía hacer mucho daño. Sin embargo, lo que aparentemente parecía controlado saltó por los aires en el minuto 13 cuando Feghouli se asoció con Vargas tras una gran acción personal y batió a Beto con un zurdazo inapelable. Los locales llenaban el tanque de gasolina y a partir de ese momento comenzaban a carburar a una marcha más que un Sevilla que se veía superado en cada lance por la agresividad che. Sólo cinco minutos después del gol, Beto salvaba los muebles ante Jonás. Lo que se veía venir acabó llegando en el minuto 26, cuando una internada de Bernat por la izquierda finalizó con un virulento cabezazo a bocajarro de Jonás.   Con más de una hora de juego por delante la eliminatoria comenzaba, por así decirlo, de nuevo. Lo mejor fue que el Sevilla, cuando se vio con dos goles encima, se repuso, discretamente, pero al menos tomó más el balón y rebajó el ímpetu local. Y siendo así de nuevo se demostraba que si buscaba el arco contrario el equipo de Emery podía rascar algo. La gran ocasión la tuvo Reyes, en el 35, pero su flojo remate con todo a favor fue detenido por un mayúsculo Diego Alves, cuando el gol prácticamente ya se cantaba por los sevillistas. Fue un halo de esperanza antes del descanso, que sin duda era lo mejor que le podía pasar al conjunto andaluz, tras una primera parte en la que sobre todo a raíz del gol de Feghouli había sido borrado del campo por el empuje valencianista. En la reanudación se esperaba un cambio. Lo cierto es que lo hubo, porque el Valencia ya no atacaba con tanta intensidad, consciente que la situación del cruce había cambiado. Pero sólo varió en eso, porque el Sevilla seguía sufriendo y cuando tenía el balón era demasiado impreciso. La mayoría de las jugadas divididas acababan en botas ches, porque las botas che pisaban más fuerte el césped. Emery sacó a Gameiro por Bacca, pero el cambio de cromos no mutó una situación que se empeoró a 20 del final, con un tant de Mathieu, que fusiló a Beto a placer, al estar en el lugar justo y en el momento indicado. Ésa fue en realidad la tónica de un encuentro que ahora sí se ponía verdaderamente enrevesado.   Emery volvió a tocar el once, sacando a Alberto Moreno por Fernando Navarro, con la idea de ganar más profundidad por la izquierda. El Valencia cedió el balón, pero los nervionenses no encontraban el camino. El otro fútbol no tardó en aparecer y había más pausa que circulación. Mestalla no tardó en botar, las gradas gritaban Turín, el partido se perdía en una dolorosa frustración y entonces llegó la jugada de la eliminatoria. Queda un minuto y medio para que acabe el descuento. Coke saca de banda, Fazio prolonga dentro del área y en el cielo de Valencia aparece la cabeza de Mbía, que se eleva por encima del fuego de Mestalla para meter de cabeza al Sevilla en la gloria de la final de Turín. Mbía se aliaba con la épica y rebasaba lo imposible con una acción en la que recogió el testigo heroico de Andres Palop con ese cabezazo de leyenda en Donetsk. Fue un milagro o tal vez el destino, porque el del Sevilla en esta temporada sin duda era Turín. (www.sevillafc.es)